Temporal de nieve y ventiscas en la Península a finales de Noviembre; nuestra idea de subir a Cueva Valiente desde San Rafael se vino abajo la tarde anterior. Parecía imposible acceder al aparcamiento y con muchas posibilidades de salir volando en las cumbres segovianas. Nos repusimos rápido y nos propusimos otra ruta con alternativas; desde Soto del Real subir a la Lagunilla del Lomo (1500 m).
A las 8:30 nos encontramos en las afueras de Soto del Real para comprobar que estaba la mañana fría pero algo soleada, no sobraba ni una capa de ropa ni guantes ni gorro. Nos pusimos en marcha porque la aproximación al Hueco de San Blas era larga pero nos serviría para entrar en calor y estirar las piernas durante unos kilómetros.
Aunque no lo parecía, poco a poco sumábamos distancia y desnivel positivo, en dirección al camino forestal de San Blas nos detuvimos un instante. Ya estábamos a 1200 metros de altitud y el paisaje y grupo merecían una buena foto.

Después de llegar al camino forestal y escuchar unos interesantes apuntes de Ibon sobre la vegetación y reforestación de la zona nos ponemos en marcha para recorrer todo el Hueco de San Blas por la senda de la Abutarda, entre un sol cegador y un viento que nos azota fuerte en ocasiones. Se escucha a la gente contenta, hay ganas de patear unos kilómetros y compartirlo con el grupo.
Pero llega el momento en el que abandonamos la pista y tomamos el sendero que, sin ninguna piedad asciende 250 metros de desnivel entre los pinares. Es el momento de ponernos serios y paso a paso ascender como una gran serpiente multicolor.

Poco a poco, con tranquilidad y pasos firmes ascendemos. Dejamos adelantarnos por algún grupo con prisa (¡pero si estamos aquí para disfrutar!). Un rato, se pasa rápido, y estamos en la parte alta del camino forestal de San Blas. Solo queda cruzarlo y seguir ascendiendo otros 20 metros para llegar al objetivo. ¿Qué nos esperará en la lagunilla?

Nos está esperando una hondonada donde, en algún momento hay una lagunilla pero ahora está totalmente nevada. Entre los pinares se adivina el lugar por el que pasan y hacen su vida los animales de la zona, lejos de nosotros, los pesados humanos. Es nuestro rato de deleite con la nieve, con el sol que cae fuerte aunque no calienta mucho. ¿Qué se supone que debemos hacer?


Por supuesto, unos buenos bolazos de nieve que deben estar siempre presentes en jornadas como esta. Un rato de hacer el gamberro, de recordar la niñez, de sudar, de escondernos detrás de otros. Sobre todo un rato de reírnos mucho, de ponerle la guinda a la ruta.
No nos podemos relajar tanto, toca la vuelta y también hay que descender. Y lo hacemos comenzando campo a través, a través de los pinares hasta que lleguemos a la pradera donde muere el camino forestal, sobre los 1460 metros de altitud. En ese punto localizamos un sendero que desciende vertiginoso, pero lo primero es…

Ahora son 300 metros de desnivel negativo hasta llegar a la senda de la Abutarda, junto a la barrera de acceso. Lo hacemos poco a poco y con cuidado, hay nieve transformada en hielo en algunos escalones. No todos tenemos la misma agilidad y técnica, así que cada uno a su ritmo desafiando desafiando límites.
Llega el momento de comer antes del tramo final, empiezan a aparecer bocatas, frutos secos, ensaladas de pasta, huevos duros, tortillas, fruta… Pero, ¿a qué venimos aquí, a comer? Pues sí, aquí se viene a comer, patear, reír, trepar, aprender, hacer grupo, charlar… Y eso lo hacemos todos y cada uno de nosotros.
¡Gracias, sois únicos!
P.D. Ojalá todos los terceros tiempos que hacemos fueran como el de este día 🙂
¿Cómo resultó el recorrido? 20,5 kilómetros y 775 metros de desnivel positivo.
El grupo estuvo formado por Alberto, Almudena, Belén, Carmen, Chelo, Chema, Cristina, Gabriel, Ibon, Inés (con zapas nuevas), Julio, Mónica, Paloma, Rosa y Susana.

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