Sensaciones
A veces, cuando en la montaña afrontas pasos aéreos, tienes la sensación de ingravidez, de libertad, de vuelo, de inmortalidad; pero, al mismo tiempo, de ser una parte minúscula de un todo, un favorecido por el momento en el que sientes todas las contradicciones de tu ser, todos tus miedos, toda tu “pequeñez”. Soy consciente de que en función del grado de preparación física y técnica que tenemos, cuando nos desenvolvemos en el medio natural, agreste por naturaleza, somos más capaces de disfrutar lo primero y asimilar y aceptar lo segundo que si nuestra capacidad se ve mermada por la ausencia de preparación. La fortaleza mental sin una más que razonable fortaleza física, no sirve de nada. Son las piernas las que te llevan hasta el extremo en el que tienes que “tirar” de cabeza.
Nuestra actividad en la circular de Peñalara, se prestaba a que cada uno de nosotros sintiera ese tipo de emociones. Unos apoyados en la solvencia de su forma física, otros en su ausencia. Debo reconocer que no las tenía todas conmigo. Había varias personas que asistían por primera vez a nuestra actividad y no conocía su solidez en la montaña. Si ya tenían experiencia, no habría problemas, si no la tenían, tendrían que tirar de algo más que piernas para superar cierta parte del recorrido. Confiaba en ambas cosas si fallaba una de ellas y, en cualquier caso, eso me exigiría (nos exigiría como equipo) un grado de atención mayor que el habitual.
El origen de la ruta
Podría decir que la ruta me la marco “la petición del oyente” en una lejana ya actividad en las cascadas del Purgatorio. Es más, fue en la primera “Caminando entre Experiencias” cuando, contemplando Peñalara desde la ladera norte de Cuerda Larga, alguien sugirió que deberíamos subir allí. Acepte el reto, pero con tiempo suficiente para conocer a los que, pasado el tiempo, podría empezar a considerar amigos. Y “de aquellos polvos, estos lodos”. A por la circular de Peñalara.
Nos conocíamos y me conocían, salvo las excepciones mencionadas. No iba a aceptar más riesgos de los necesarios. El reto de pasar por la cresta de Claveles no entraba en el recorrido, la había hecho una semana antes con “otros ojos” y definitivamente, no. Aun así, el paso lateral, el equivocadamente llamado “de los cobardes”, no está exento de sufrir las emociones que he comentado antes y por la que algunos casi “mueren” de sobredosis.
Nuestro comienzo
La discusión del horario, como no, que ya se ha convertido en un clásico. De hecho, hay varios de ellos en el grupo; nuestra “time keeper”, the botanic man”, nuestra “cat woman” y algunos más que seguramente olvido. Esta ruta da juego para muchas experiencias y aprendizajes. Arrancamos con explicaciones, que se ampliarían a lo largo del camino, sobre la botánica del piso vegetal medio-alto del área por parte de Ibón que, como Abraracurcix subido en el escudo; él, en su piedra, se metió en el papel de catedrático al que por aclamación había sido ascendido.
Seguidamente, hablamos de la geología del lugar, de las fases de la evolución del macizo hasta su composición orográfica actual pasando por Dos Hermanas y su zona glaciar, Peñalara y su laguna grande gestada en la orogenia alpina, por las rocas plutónicas y sedimentarias, etc. Cuestiones estas que veréis ampliadas en el Cuaderno de Campo. Finalmente, con el grupo estirado, llegamos a la cima de Peñalara que hollaron primero los que todavía no lo habían hecho (se ha convertido en otra tradición).
Primera parte del taller
Allí al abrigo del viento reinante que se antojaba fresco para la época, descansamos y mientras dábamos cuenta de los bocatas y demás alternativas a una dieta de tortilla de patata, lomo empanado, etc.; debatimos sobre la primera parte del “taller exprés”. Abundamos sobre la geología de la zona, parte de su fauna y flora y tuvimos ocasión de apreciar el área sobre la que se iba a desarrollar el grueso del taller; los humedales de la ladera norte de Peñalara y Claveles, prevista para su desarrollo en la Laguna de los Pájaros.
Nuestros demonios
Ya podíamos apreciar la cresta de Claveles y, aunque no se denunciaba en público, un cierto temor ante lo desconocido iba “in crescendo” en aquellos que habían oído habla del paso, pero no lo había atravesado. En los otros, no; como se revelo después. A lo lejos ya se apreciaba el “lomo del dragón” y en una senda que hasta el momento era asequible para casi cualquiera, comenzó a tomar carta de naturaleza la meteorización, es decir la transformación del roquedo original en una glera de bloques graníticos que formaban un damero maldito que teníamos que superar.
Se adivinaba cierta alarma en algunos, incertidumbre en otros y relax en unos pocos. Estos últimos serían los artífices de que se atravesara Claveles con un riesgo contenido. Animaban, ayudaban, sembraban de palabras de ánimo el arduo camino de aquellos menos entrenados en estos avatares, tratando de sustituir temores por fuerzas extra. Podría mencionar algunos, pero es una labor de equipo y cuando no eran unos eran otros. ¡¡¡sombrerazo!!!
Las sensaciones que cada uno de nosotros experimentó a lo largo de este corto recorrido debieron ser variadas. Estoy casi seguro de que alguien me odió en ese momento. No sé si posteriormente, con la menor dificultad del camino que venía por delante, el taller, más agua, más bocadillos y un reto superado, aunque de forma obligada; ese sentimiento se convertiría en algo más amable. También yo me odie al comprobar que lo que consideraba relativamente fácil, no lo era para alguno de los componentes del grupo. Pero, ya estaba hecho, estábamos abajo y descansando en la Laguna de los Pájaros.
El Taller
Sentados sobre la hierba, remojándonos en la laguna, sin entrar, dimos rienda suelta a nuestras tensiones y, mirando hacia atrás, viendo de donde veníamos, supongo que otra oleada de emociones contradictorias se unieron a la necesidad de recuperar fuerzas de cada uno de nosotros. El taller se desarrolló sobre los humedales de Peñalara y hablamos de las tres lagunas principales; la de los Pájaros, Claveles y Peñalara. Hablamos de piornales y enebros rastreros, de cervunales de plantas rupícolas, algo de la fauna destacando el Acentor alpino, el Buitre Negro y el Corzo y de los ríos y arroyos de la zona.
El camino de vuelta
Ya era la una de la tarde cuando reanudamos el camino y el calor podía hacer mella en alguien. Sin embargo, una serie de nubes se aliaron con nosotros y nos bendijeron con su sombra a lo largo de casi toda la ruta. Finalmente, sin nada digno de mención salvo una torcedura de tobillo de Mar; que Mar, con una mezcla de fortaleza y “saboir faire” fisiológico y la ayuda de Ibón, supero con nota, llegamos a Casa Marcelino.
Sombrerazo
No soy partidario de destacar nada de nadie porque el éxito es de un equipo, pero, en este caso, como excepción y sin restar el valor al grupo si quiero mencionar y destacar a Mar, Arancha y Clara que, en su primera experiencia con nosotros, tuvieron que superar dificultades que no se esperaban. Otro “sombrerazo en exclusiva” para vosotras. Espero que no os haya quedado tan mal sabor de boca como para no repetir, y me quedo con la asignatura pendiente de incluir de forma clara y entendible el grado de dificultad de las próximas rutas y el nivel exigible de forma física.
Finalmente, en un equipo cada uno tiene su función y solo la coordinada acción de todo él, lleva al éxito de lo que se propone. Por ilustrarlo con un ejemplo; yo, como responsable de la actividad, puedo escribir la partitura de una obra, pero vosotros sois los intérpretes de la misma. Uno sin los otros no va a ningún sitio.
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