Club Tierra Trágame

Crónicas de la Pedriza

21 febrero 2023

Un poco más allá de las 07:30 a.m., había -7ºC en el parking la gasolinera de Manzanares. No había llegado nadie, ni Carmen ni el sol, aunque, este último, ya apuntaba en el horizonte. Poco a poco se fueron incorporando los conocidos y desconocidos. Por los primeros se hacía palpable una emoción reencontrada por que hacia mas tiempo del deseable que no nos veíamos. Por los recién llegados, y casi en la misma dimensión que la emoción previa, una sana expectación. Tenían que ser buena gente. La mala gente no madruga y pasa frio. Asi se confirmo con el paso de la mañana. Cercanos, participativos, entusiastas de la montaña y con experiencia.

Dejamos varios coches allí, plan b, y seguimos hacia la Cañada de Prado Herrero donde se quedaron el resto. Después de unos cortos comentarios sobre la ruta utilizando un plano, comenzamos a caminar. A nuestra izquierda, la Pedriza comenzaba, con los primeros rayos del sol, a mostrarse en todo su dorado esplendor. Giramos a la altura del Canto de Berrueco (o la muela) y nos encontramos de frente con un templo sin paredes. ¿Qué es la naturaleza sino un templo? Nunca seremos conscientes de si mirábamos a la Pedriza o, ésta nos contemplaba, desde sus atalayas graníticas, a nosotros.

Cruzamos el arroyo de Santillana alimentado por aguas cristalinas que destilaban pureza, y nos desviamos hacia el norte en busca de la Raja. Sufrimos cierta decepción al ver que habían quitado las cuerdas con las que pretendíamos bajar a ella. Admiramos esa “herida” abierta por el ser humano para hurgar en las extrañas de la tierra y comentamos, sin poder verlas, las pinturas rupestres del Abrigo de los Aljibes con 4.000 años de antigüedad (cerrada); haciendo también mención al poblado visigodo de los siglos VI y VII, excavado en la zona del Cancho del Confesionario.

Nos adentramos en la ruta siguiendo la GR10 y rodeados por las especies vegetales endémicas de la zona. En muy pocas ocasiones recuerdo una combinación de estímulos de la dimensión del aroma aun temprano de numerosas plantas, la atenuada variedad cromática, aunque sin las flores que la convertirían en una paleta de pintor, la frescura de la mañana bañada ya por el sol, pero todavía resistiéndose a calentarnos o la sensación de respirar un aire tan prístino como el ambiente que nos rodeaba.

Seguimos la ruta y atravesamos el Arroyo de la Dehesa hasta llegar al Collado del Avispadero en el que conectamos con la Gran Cañada. Esta senda hizo ricos tiempos atrás a los manzanariegos por el cobro de las tasas a los que la utilizaban. Giramos hacia el este, camino de Manzanares, superando los collados de la Cueva y el Alcornocal, para llegar a las praderas de la espalda del pueblo que constituyeron un relajante paseo para nuestras ya cansadas piernas.

Otro descenso partiendo de las cercanías del collado del Palomar, nos llevaría hasta la carretera con susto por parte de Alicia que confundió una jara con un producto de maquillaje y se lo froto por la cara. Nada grave. Solo un susto. Cruzada la carretera, recorrimos la senda que bordea el embalse de Santillana para recuperar la Cañada de Prado Herrero que nos llevaría hasta el lugar donde habíamos dejado los coches.

A lo largo de la ruta tuvimos ocasión de debatir sobre geología y sus caprichosas formaciones, siendo conscientes de que el modelado de las rocas graníticas es un proceso lento pero efectivo y genera formaciones como los taffonys, pilancones, thores (no el de la Pataky), piedras caballeras, etc.

También hicimos referencia a los arbustos y plantas endémicas de la zona, tratando de discernir entre un enebro y una sabina, conocer las bondades y maldades de los torviscos, la utilidad de la jaras y cantuesos y la versatilidad de los romeros, especies todas ellas que, desde su piedemonte hasta sus cumbres, atesora la Pedriza.

No se iba a quedar atrás la fauna del lugar y por ello disfrutamos de la observación de la icónica cabra montesa, experta en andar entre rocas, saltar paredes y moverse en grupo; tratamos de identificar las diferencias entre los buitres leonados y los negros, apreciamos el espectacular vuelo de los milanos reales y en un alarde de suerte que nos procuro M.ª Jesús con su cámara (con los teléfonos hubiera sido imposible), fotografiamos un robin, petirrojo para los amigos.

Finalmente, la mayoría de nosotros disfrutamos del “Kilometro +1” 1 compartiendo una pitanza comunitaria en una terraza de la zona.

Caminando entre Experiencias

Club Tierra Trágame

Febrero 2023

Gracias a todos por estar allí y una especial bienvenida para Oscar, Paz, Cristina, Javier, José Ramon, Carlos y M.ª Jesús. Espero no haber puesto de más ni de menos.

 

1 inventemos un término nuevo para el final de nuestras rutas, como es el “hoyo 19” en el golf o el “tercer tiempo” en rugby. Espacios de tiempo, estos, en los que se comparten las copas, los comentarios sobre la actividad y demás impresiones y sensaciones y que, sin duda, crean un especial caldo de cultivo para la cohesión de los grupos hasta casi convertirse en “familias”

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